Uzumaki: análisis profundo─el mensaje oculto detras del manga de Junji Ito
Uzumaki: análisis profundo
El mensaje oculto detrás del manga de Junji Ito
Uzumaki es
un manga de terror por el maestro de este mismo género (al menos en el mundo
del manga), Junji Ito. El terror usado
por este tiene aspectos únicos, al menos con respecto a las formas o medios en
que trata de suscitarlo en sus lectores. Como casi toda pieza de entrenamiento
que se proclame a sí misma de terror, se centra, para hacerle justica al género
del cual forma parte, en el elemento de impacto
¿Con esto a que me refiero? Me refiero al uso de herramientas, tanto abstractas
como corpóreas (con cuerpo, en el sentido más amplio de la palabra), útiles
para impactar a la persona negativamente: lo traumante o perturbante; lo
retorcido o extraño; lo asqueroso o repugnante. Pero a lo que me refiero como único es, en especifico, a la herramienta utilizada por Junji Ito, el núcleo de
lo terrorífico, por decirlo así, que aplica dicho mangaka. Ahora, el uso de
estas herramientas no es aleatorio ni arbitrario, como podría parecer al leer
por encima, o por primera vez, una obra de Junji Ito. Toda la narrativa,
especialmente en Uzumaki, tiene un propósito, una meta, aparte del de causar
impacto, y todos los elementos constituyentes de dicha narrativa trabajan en
función de ese propósito: el poner a la vista de una forma parcial, de una
forma implícita los mensajes que oculta el
núcleo de lo terrorífico—los saca de la oscuridad pero todavía hay sombras
turbias que lo hacen poco perceptible—.
Uzumaki gira
en torno a las desventuras de Kirie, la protagonista, y su pareja, Shuichi.
Estos viven en la ciudad de Kurouzu que produce incertidumbre, da mala espina y
está maldita por un ente geométrico que se supone es el respectivo ser
aterrador de esta historia de terror y es, entonces, evidentemente, aquel que
origina todo lo relacionado con lo horrífico y espeluznante: la espiral. La figura geométrica de la
espiral es de por sí bastante interesante desde la perspectiva psicológica, por
lo hechizante y viciosa que es para la mente humana: se usa en el campo de la
hipnosis por la manera en que sus patrones cíclicos o semicirculares, que
consisten en líneas de carácter curvo, a la vez concéntricas, es decir, con una
trayectoria o destino común— el eje—, son capaces de abstraer hasta cierto punto
a las personas, haciéndolos perderse y caer en la ilusión de que este remolino
no tiene fin o fondo, siendo guiados por cada una de las líneas descritas a un
punto que parece seguir o llevar a algún lado, pero, como la mayoría de los
puntos , lo que representa es el final de algo. Hay veces en que, bajo el hechizo de la ilusión de la
espiral, podemos llegar a preguntarnos,
¿qué hay más allá de esto que da la impresión de que no tiene fin? Al formular
la pregunta solo podemos sentirnos o temerosos o emocionados, porque solo hay
dos posibilidades de lo que puede haber más allá, algo malo o algo bueno. La espiral también es interesante desde la
perspectiva de los fenómenos naturales e, inclusive, astronómicos. Se presenta
en la naturaleza y cosmos en huracanes, remolinos, tifones, corrientes de agua
particulares, galaxias, hoyos negros, etc., y, de la misma manera en que
abstrae a las personas, es decir, atrae su atención, es capaz, en la naturaleza
y cosmos, de atraer, o mejor dicho, succionar o chupar cualquier tipo de objeto
hacia el lugar presuntamente desconocido que reside más allá de su ojo. Todo esto debería estar dándonos
aunque sea una pequeña idea del papel intrigante e inusitado que juega la espiral en Uzumaki. Sin embargo, hay
algo más: en algunos casos, cuando vemos una espiral, más que todo cuando esta
tan bien hecha que parece ser obra del ser humano, u otra clase de ente, nos
podemos llegar a preguntar a nosotros mismos, un poco sorprendidos y
posiblemente nerviosos: “¿quién estuvo aquí? ¿fue una persona el que lo hizo…u
otra cosa?”. Varias veces, en la
primeras páginas de Uzumaki, donde se pueden visualizar, en numerosas partes de
kurouzu, múltiples espirales que parecen fuera de lugar e inusuales, me
pregunté esto.
A partir de
estos datos o hechos que gravitan alrededor de la figura geométrica de la
espiral podemos empezar a especular o teorizar, empleando un análisis profundo,
que representa simbólica y alegóricamente en el manga. La manera en que afecta
a los individuos de Kurouzu es o, en unas ocasiones, maldiciéndolos por medio
de objetos y cosas que tengan forma o apariencia de espiral o, en otras
ocasiones, directamente poseyéndolos de
repente en algún punto, dando como consecuencia que estos individuos poseídos o
malditos comiencen a adoptar en el plano anímico y corporal características de la espiral, similitudes y semejanzas con la espiral; empiezan a adoptar la
espiral en ellos, a convertirse de alguna forma en ella. Cuando son
maldecidos por medio de objetos se pone de manifiesto el aspecto
psicológico/hipnótico de la figura de la espiral y, se podría decir, que
también el carácter succionador de esta en la naturaleza y cosmos: los
individuos se obsesionan de forma lunática, delirante, compulsiva y enfermiza
con la espiral; al mirarla, se
pierden en ella, son seducidos por sus cualidades hipnóticas. Aunque sabemos
que en el mundo fuera del manga estas cualidades no son capaces de crear
atracciones o fijaciones a una escala de
intensidad tan alta, también nos urge saber, por el bien del análisis que se está
llevando a cabo, que se exageran los efectos de estas cualidades por una razón.
Junji Ito usa la espiral y exagera sus variadas cualidades, ya mencionadas, de forma
astuta e ingeniosa dándole control y poder sobre las personas al maldecirlas de forma directa (en algún momento propicio)
o indirecta (mediante objetos o cosas), para resaltar y hacer evidente en todo
su esplendor ciertas actitudes y comportamientos propios del ser humano con parentesco a la naturaleza de la espiral,
comportamientos de índole ambiciosa, insaciable, ilógica y autodestructiva. El
humano tiende a inclinarse hacia cosas más de lo normal, tiende a obsesionarse
o enfrascarse con ideas y cosas tales
como el amor, la gloria, los sueños o metas, el dinero, la fama o, en general,
la validación o atención de las personas: el humano sigue y corre detrás de
estas ideas y cosas hasta más no poder; son capaces de sacrificar todo para
volverlas realidad, llevarlas a cabo, materializarlas o, tratándose de cosas en
concreto, alcanzarlas, obtenerlas o adquirirlas. Como si fueran estas ideas y
cosas el ojo, o centro, de la
espiral, las personas son succionadas, perdiendo su personalidad, su esencia,
lo que eran, dejando atrás las partes que conformaban su vida (familia,
trabajo, amigos, sueños), que eran importantes en contraste con ahora que son
vistas como obstáculos que les impiden pasar por el camino en espiral que los
lleva a sus, en teoría, dichosos fines; y poniendo como secundario o dando por
sentado, no solo las partes que conformaban su vida, sino, también, su vida en
sí—se ve en el manga, aunque con un disfraz ficticio, hasta donde llegaría el
humano para tener en su propiedad estas cosas e ideas, en su mayoría,
superficiales o materiales—. Por eso la
espiral posee con sencillez tan pronto como puede a las personas que
empiezan a mostrar indicios de este lado oscuro del ser humano, con actitudes
autodestructivas y viciosas, haciendo que sus fijaciones y obsesiones que rayan
en lo enfermizo se intensifiquen y se tornen todavía más perturbadoras y más
capaces de dar lástima, y haciendo que se les desarrollen paulatinamente
protuberancias y mutaciones en forma de espiral: las personas son succionadas
por la espiral de sus ambiciones y sus deseos más agudos y, en algunas
instancias, retorcidos, transformándose ellos o, mejor dicho, personificando
ellos esta espiral; a la larga son la
espiral y, por lo tanto, su propia destrucción. Perdiendo todo y ganando
nada a cambio, pues se quitan ellos mismos todo y al final se autodestruyen,
como si hubieran caído en un círculo, dan vueltas y vueltas, una y otra vez,
sin llegar a ningún lado. Toda esta dinámica obsesiva y nociva puede atribuírsele
a nuestra naturaleza insaciable y curiosa, ya, en parte, referenciada, que
consta de pensamientos ambiciosos, lujuriosos, viciosos y que están marcados,
algunos, por curiosidad. Por ejemplo: “¿Qué hay más allá? ¿Sera algo bueno? ¿Será
algo placentero? ¿Me servirá para algo o no?¡Quiero saber ahora!” O, poniendo
un ejemplo que haga más hincapié en la parte insaciable, no curiosa, de nuestra
naturaleza: “¡Quiero más de eso! ¡Voy a apropiarme de eso! ¡Voy a obtenerlo a
toda costa! Somos codiciosos optimistas.
Toda la raza humana en su totalidad (algunos más que otros) es portadora
de la maldición de la espiral, o lo
que he querido llamar la mentalidad
espiral, la cual definiría como una disposición, a causa de una obsesión
hacia algo en particular, a hacer cualquier cosa, sin importar cuan inmoral,
insensata o imprudente, con tal de conseguir ese algo—que es en su mayoría algo
superfluo—. Aunque en otras oportunidades es algo, al contrario, substancial,
como un sueño o una meta respetable, pero que se está tratando de alcanzar de
forma desenfrenada y destructiva, en otras palabras, sin importar los daños
colaterales hacia ti u otros.
La raza
humana se podría comparar con el símbolo histórico de la serpiente que se muerde la cola, en griego, uroboros: ella da toda una vuelta en círculo para terminar
mordiéndose la cola. Pero el uroboros
no solamente es algo que se puede usar como símil para hacer más
comprensible lo que estaba explicando
sobre el ser humano, sino que tradicionalmente simboliza el eterno retorno, la repetición
constante de un fin y un inicio, el nuevo principio que
corresponde siempre al final de un proceso o camino, representando así el curso
cíclico e infinito del cosmos, o universo, palabras más palabras menos, su
eterno devenir; su eternidad, en general. En la historia de los símbolos e
ilustraciones de distintas tradiciones humanas, la espiral también simboliza,
prácticamente, algo igual, lo cual está de manifiesto en Uzumaki: el trayecto
cíclico y eterno del cosmos, su persistente ir
y venir, su morir y renacer; una
cosmogonía basada en el concepto de resurrección, acompañada de un patrón
geométrico que ilustra la forma en que se da dicha resurrección. Lógicamente,
el hablar de la naturaleza del cosmos implica hablar de lo que forma parte de el—el
ser humano—, cuya carrera vital es representada por la espiral: “…el desarrollo
de toda vida desde el germen a la máxima madurez,” (la espiral desenrollándose)
“para volver después a enrollarse hasta la vejes y la muerte” (la espiral
enrollándose), según palabras de Ingrid Riedel
citado por Lurker (1992, p.239). Ser succionado por la espiral, por consiguiente, no solamente significa ser consumido
por una clase de obsesión, sino por la vida misma, según el decreto del andar
del mundo y el universo. (ALERTA, a partir de aquí hay spoilers). Tal vez por eso
la mamá de Shuichi, y el mismo Shuichi, tenían tan gran aversión por las
espirales, por como, dependiendo de cómo se estudiara y se comparará con otros
aspectos de la vida, nos recordaba a la muerte. La mamá de Shuichi la tenía,
según el manga, porque el esposo la atormentaba a través de las espirales
después de muerto, sin embargo, podría verse como que las espirales le recordaban
a la muerte, por la muerte espiralosa
que tuvo su esposo, que representa en sí la succión y fin de la vida (el enrollamiento
de la espiral). Pero esto nos devela más concretamente la razón, sin contar la
de su carácter hipnótico, por la cual la mayoría de los ciudadanos de Kurouzu
tenían una fijación, en vez de aversión, por las espirales: la imperecedera
obsesión del ser humano por saber que hay más allá del punto final de la espiral, por saber que hay más allá de la muerte.
Y, nos devela, por qué se aglomeraban en las nagayas, que los protegían de los
tornados, hasta el punto de doblar y contorsionar sus cuerpos y algunos
trataban de forma vehemente de salir de la ciudad
espiral—su aversión, obviamente, a la muerte (la espiral) y su fortísimo
deseo por sobrevivir (la obsesión que tiene todo ser humano) los llevaban a
ello—. Para nada, porque, irónicamente, al final los ciudadanos de las nagayas
murieron, y los que querían salir de la ciudad no pudieron salir y acabaron, al
igual que los de las nagayas, muriendo. De la muerte no se puede escapar. La
vida es un camino en espiral, confuso e insufrible que nos arrastra
inevitablemente a la muerte. Asemejado con la espiral por su naturaleza
similar, en lo relativo a la simbología de la vida y existencia del ser humano,
y por su esquema base en espiral que tenía en sus inicios, el laberinto, de
modo global—asimismo, el que se formó en Kurouzu alrededor de la laguna
libélula por las nagayas alargadas—simboliza, en la historia de los símbolos,
el camino dificultoso que es la vida, cuya desembocadura son las aguas de la muerte (las
profundidades de la laguna libélula). Por otra parte, a un nivel psicológico,
el laberinto es una expresión de la búsqueda del centro, de una meta, de un objetivo (como el que tenía Kirie de
encontrar a sus padres, mandados a volar ambos por un tornado), de algo que nos
obsesiona. Puesto que cada acción nos lleva y nos acerca a la muerte (de un
modo análogo a como cada movimiento brusco que ejecutaba una persona en la
Kurousu devastada producía una corriente de aire que se transformaba en tornado
y era absorbida por la laguna libélula) y que todos somos locos obsesivos sin consideración por nosotros mismos ni por los
demás, está justificada la actitud pesimista que empezó a tener Shuichi en los últimos
capítulos, en donde decía cosas de índole nihilista más o menos así: “No tiene
sentido hacer nada.” o, así, “Todos estamos locos. Todos estamos malditos por
las espirales.”. Todos nos movemos y actuamos delicada y cuidadosamente
procurando que no terminemos en la tumba de forma súbita (que no causemos
ningún tornado que ponga en riesgo nuestra vida de forma inminente), con todo, solo
retrasamos lo que por naturaleza va a pasar, queramos o no (Biedermann, 1993);
(Lurker, 1992).
Específicamente
la espiral, según fuentes de su simbología en la historia, que se desenrolla
hacia la derecha es la que significa desarrollo, evolución, el viaje de la
muerte a la vida o, con palabras más exactas, de lo espiritual a lo material,
de lo supraterrestre a lo terrestre; y la espiral que se enrolla hacia la
izquierda para arriba significa involución, fin del mundo, desligamiento de lo
espiritual, o del alma, del peso de la materia—para llegar, se podría decir, a
una clase de nirvana, que es lo que parecen experimentar muchos de los
personajes consumidos por la maldición de la espiral—. El punto de inicio a
partir del cual se desarrolla el universo (desde el cual se despliega la
espiral) se le llama, acertadamente, uterus
mundi (útero, o vientre, del mundo),
en el cual se encuentra toda la sustancia espiritual que origina el mundo
material y las fuerzas que lo controlan, afín a la “Teoría del Big Bang”, que
afirma que toda la materia que llamamos Universo estaba concentrada en un solo
punto en otra forma y surgió al darse en ese punto una explosión,
convirtiéndose en lo que es actualmente (Stewart, 1997) . La respuesta a la
interrogante, inspirada por extrañeza, de quien es el ente o ser responsable de
la inusual espiral que llamamos universo o mundo, o de las espirales en
absoluto (los objetos o cosas, singulares, con una existencia cíclica que
constituyen la estructura del universo), es el uterus mundi. Esto nos da
una pista del significado detrás del capítulo 11, en donde unos bebes recién
nacidos maldecidos por la espiral al
ser, en parte, producto de ella tienen una avidez por volver a introducirse en
el útero de sus madres. Es una alegoría de como casi todas las religiones
glorifican la muerte y se expresan de ella como si la esperaran con ansias o,
por lo menos, como si no fuera algo de que preocuparse, porque la ven como el despojo de lo material, con ello nuestros
cuerpos, y, por lo tanto, de lo que siente, de lo único capaz de hacernos
sentir dolor en sí (la superación de lo terrestre para llegar a un estado
asensorial, un estado de nirvana); o, ya sea como la puerta hacia otro mundo,
el mundo espiritual, que es comúnmente idílico y paradisiaco (Ej.: el cielo
cristiano), o como aquello que nos va dar pie para encontrarnos con la
sustancia originaria de todo, unirnos, acoplarnos, volvernos uno con ella y
alcanzar un clímax o éxtasis espiritual. Alegóricamente el útero materno es el uterus mundi del cual sale y al cual vuelve todo lo que existe—los bebes
recién nacidos con esperanza de tener una experiencia trascendental o
espiritual al regresar a lo que los engendro, regreso que es metafóricamente la
muerte de estos bebes—. Pero qué mejor alegoría del uterus mundi que en la
que resulta residir debajo de la laguna libélula. Succionando a todos los
individuos amontonados adentro de las nagayas—habiéndose aparentemente secado
la laguna y revelado una suerte de escalera subterránea por la rotación de un
pilar gigante, en forma de espiral hacia la izquierda y, simultáneamente, hacia
abajo—, este cielo o inframundo de
espirales es la perfecta y bien orquestada representación del uterus mundi, que succiona la vida al hacer que la espiral se enrolle
hacia la izquierda (al igual que el pilar que parece haber desatado una fuerza
de absorción) y la engendra nuevamente al desplegar la espiral que se
desenrolla hacia la derecha (movimiento que imita el pilar después de haberse
adentrado en el cielo/inframundo de
espirales los últimos humanos de Kurousu); y así eternamente. Podemos ver
fielmente reflejada esta realidad que
tiende a reiniciarse como si nada nunca hubiera pasado, cuando Shuichi explica
que la única razón por la que el fenómeno de la maldición de la espiral no
se hubiera podido difundir o transmitir de generación en generación, si quiera
en forma de leyenda, es que algo lo hubiera impedido, como el exterminio y extravió
de todas las personas que tuvieran consciencia, o supieran, sobre dicho
fenómeno—el formateo de toda vida para que pueda haber nueva; en palabras de
Kirie: “este extraño lugar eventualmente se desvanecerá con el correr del
tiempo…y renacerá como una ciudad nueva, donde las personas vivirán…” (Junji
Ito, 2010)—. Igualmente, podemos apreciar siendo reflejadas dos, ya brevemente
mencionadas, comunes nociones o formas de ver el uterus mundi, de pensar
sobre lo que hay después de la muerte: en los ojos perdidos de los ciudadanos
de Kurouzu con forma de resorte, cuando estaban en los abismos del cielo/inframundo, que muestran la
ausencia de cualquier tipo de actividad consciente, la noción del estado de
nirvana, de una experiencia asensorial; en la, reitero, gesticulación facial de
estos en dicho sitio que parece, hasta cierto punto, rebosar de admiración, en
la forma de estos de hablar de la naturaleza majestuosa de la figura geométrica
de la espiral y su deseoso centro y la de uno, que estaba en las escaleras subterráneas,
arrastrándose para llegar al otro mundo (el uterus
mundi), de hablar de un supuesto Ser
(el cual es la espiral mayor, aquella
que se posa encima de las demás espirales en el uterus mundi y parece representar a un Dios creador), y en las características
supraterrestres, sobrenaturales o extra-terrenales del lugar al que se dirigía,
desesperado, este individuo, la noción de un mundo primario, superior e idílico, en
frente del cual el nuestro es visto como una especie de puente o escalera a
este. Siendo reflejada la noción de la muerte como aquello que nos va a dar pie
para encontrarnos con la sustancia originaria, todos los seres se entrelazaron
de forma curvilínea uno con otro muriendo y formando así parte del uterus mundi, sumergiéndose en él y
volviéndose uno con él, terminando de forma definitiva la fase de vida espiritual o divina del ciclo y
comenzando de manera casi reiterativa la fase de vida material o terrestre del ciclo. De lo espiritual nació lo
material y, por necesidad de la naturaleza del uterus mundi, volvió esto a sus raíces espirituales, al punto y final que es, al mismo tiempo,
el punto de inicio (Biedermann,
1993); (Lurker, 1992).
Referencias Bibliográficas:
Biedermann, H. (1993). Diccionario de símbolos. Con
más de 600 ilustraciones. Barcelona: Ediciones Paidós.
Ito, J. (2010). Uzumaki. Barcelona: Ivrea.
Lurker, M. (1992). El mensaje de los simbolos. Mitos,
culturas y religiones. Barcelona: Editorial Herder.
Stewart, R. (1997). Ideas que transformaron el mundo.
Mohndruck: Circulo de lectores.
Me he quedado sorprendida por lo profundo del análisis. De verdad te felicito. Al principio no le di importancia y pensé que era muy largo para leerlo, pero una vez que empecé me cautivó lo profundo del análisis, muy completo y se ve que te preparaste y leíste mucho. Estoy orgullosa de ti.
ResponderBorrarBastante interesante, hace mucho tiempo que leí uzumaki y gracias a un vídeo que hablaba sobre el volví a tener interés en la obra pero para tratar de entender que significaba por que no me quedo muy claro en el momento en el que la termine, por que claro cuando vi el final esperaba una especie de final o de resolución que explicara todas y cada una de las cosas razón por la que lo leí hasta el final cayendo en una espiral jajajaja, algo que creo recordar es que los capítulos eran cíclicos o tenían un patrón, claro todos trataban temas distintos pero estaba muy marcado una esquema de 1- tensión en el aire 2- suceso de algo llamativo o extraño 3- los protagonistas o personajes intentan buscar una solución 4- las cosas parecen calmarse o volver a la normalidad 5- todos se confían y relajan un poco 6- todo se enturbia y empeora de forma repentina 7- sucede lo peor 8- al final de todo la gente sigue viviendo a su propio ritmo y con normalidad. Viéndolo así se hace cada vez mas entendible la actitud de suichi de impotencia y desdén al estar viviendo este patrón una y otra vez sabiendo quizás que siempre sin importar que terminara mal y esto lo vuelve paranoico e intranquilo ya que muchas veces en la obra se le tacha de exagerado o de preocuparse por nada, bueno sin mas que decir finísimo me gusto mucho leerte.
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